Mi tía Bernarda

Bernarda aquella hermana de mi padre, se creía que tenía don de gentes.
En su adolescencia se reunía todas las tardes del verano, con sus amigos para charlar y hacer todas esas cosas que se hacen  a esa edad.

La impuntualidad era su mayor virtud y debido a que vivía en una casa muy alejada del pueblo, siempre encontraba excusa para llegar tarde.




Al contrario que la mayoría de los impuntuales, que terminan encontrando vacío el lugar de cita, mi tía cada día encontraba mayor número de amigos esperándola. Incluso se acercaban de pueblos vecinos.

Cuando mi tía llegaba al lugar de la cita y después de repetir siempre la misma disculpa, se oía una sonora carcajada y se hacían un montón de risas.

Mi tía llegó a pensar que ella tenía un encanto especial para los chicos ya que la mayoría del grupo era de este género.

La frase de mi tía: ¡Vengo toda sudada!, ¡Vaya corrida me he pegado!

Mi tía nunca le vio la gracia.

Cuando escuché esta anécdota yo tampoco se la vi. Estaba en Primaria.

Autor: Bitarracho


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