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Mostrando entradas de junio, 2015

Mi tía Bernarda

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Bernarda aquella hermana de mi padre, se creía que tenía don de gentes. En su adolescencia se reunía todas las tardes del verano, con sus amigos para charlar y hacer todas esas cosas que se hacen  a esa edad. La impuntualidad era su mayor virtud y debido a que vivía en una casa muy alejada del pueblo, siempre encontraba excusa para llegar tarde. Al contrario que la mayoría de los impuntuales, que terminan encontrando vacío el lugar de cita, mi tía cada día encontraba mayor número de amigos esperándola. Incluso se acercaban de pueblos vecinos. Cuando mi tía llegaba al lugar de la cita y después de repetir siempre la misma disculpa, se oía una sonora carcajada y se hacían un montón de risas. Mi tía llegó a pensar que ella tenía un encanto especial para los chicos ya que la mayoría del grupo era de este género. La frase de mi tía: ¡ Vengo toda sudada!, ¡Vaya corrida me he pegado! Mi tía nunca le vio la gracia. Cuando escuché esta anécdota yo tampoco se

Cae la nieve

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Cae la nieve. Grandes copos blancos caen lentamente como si un edredón roto soltara las plumas desde lo alto. La temperatura ha subido un poco y Eugenio tiene prisa. Ya ha realizado las gestiones principales que le han llevado al pueblo. Sin embargo todavía no ha pasado por la tienda de ultramarinos y la nieve ha comenzado a caer. Acelera el paso y repasa mentalmente la lista de compra. Entra en la tienda donde dos clientas sin prisa, asomadas a las cristaleras comentan lo bonito que es ver la primera nevada del año. Eugenio abre la puerta, saluda a las vecinas y sin esperar respuesta, se dirige hacia  Ramón, el tendero,  y tras un breve saludo le pasa la lista de la compra en un trozo de papel de estraza de la compra anterior. Diez minutos más tarde Eugenio camina hacia la salida del pueblo. La nieve se pega en su capa y en sus abarcas que van dejando huellas negras en las calles de tierra congelada. Cuando sale del pueblo y toma el empinado camino hacia la montaña, las huellas