Tierra trágame!

Me llamo Marcelino Monje, soy técnico de procesos y jubilado.
La pequeña historia que voy a contar se refiere a uno de los momentos más bochornosos de mi vida.
Corrian los años setenta y me encontraba trabajando en la bella isla de Lanzarote, durante la puesta en servicio de una de sus primeras plantas potabilizadoras de agua de mar.
Por supuesto que a pesar de mi titulación y de llevar unos años trabajando en este tipo de instalaciones, tenía un jefe, Esteban, persona seria donde las haya, trabajadora y discreta, que dirigía los trabajos de puesta a punto y arranque de equipos muy eficazmente.
Yo estaba alojado en un pequeño hotel costero con otros compañeros especialistas.
Sin embargo disfrutaba del privilegio de volver del trabajo en compañía de mi jefe, en su ranchera Chevrolet de doble cabina y que le acompañaba a todos sus trabajos.
Esteban siempre me dejaba en el hotel y a veces tomabamos una cerveza y él marchaba al apartamento-bungalow que había alquilado hasta fin de la obra.

Yo era un joven bien parecido al que le gustaba hacer pesca submarina, alternar con las turistas, txapurrear inglés, gastar bromas y divertirme sin ningún tipo de inhibición.
Así que aquella tarde, circulando por la carretera de la playa que llevaba al hotel, con Esteban al volante de su Chevrolet, después de diez horas de trabajo y con la  boca un tanto pastosa y seca esperando una refrescante birra, veo andando por la acera, con paso firme y contoneándose rítmicamente a la mujer más perfecta  que el artista Botero hubiera imaginado, pintado o esculpido  jamás.
Casi de inmediato, me pongo a gritar dirigiéndome a Esteban. ¡Para, para!; ¡Más despacio!; ¡Mira, mira!; ¡Es increíble!; ¡Qué grande! ¡Qué gorda!...
Afortunadamente no pude seguir, aunque estaba lanzado, ya que al llegar a la altura de la señora, Esteban paró la Chevrolet y dijo: ¡Hola cariño! ¡Sube!
La señora abrió la puerta trasera de la cabina y  entró.
¡Aquí, Marcelino, compañero de trabajo! dijo Esteban y añadió a continuación, dirigiéndose a mí, ¡Marisa, mi mujer!.

Autor: Bitarracho


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